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Vivir mejor con el diseño.

  • Writer: jorge piazza
    jorge piazza
  • Jul 16, 2020
  • 4 min read

Updated: Jul 17, 2020

“Creo que si el diseño no sirve para que la gente viva mejor, el diseño no sirve para nada”

Ronald Shakespear


Una frase que calza perfectamente en boca de uno de los responsables de diseñar señalizaciones para ciudades, redes de transporte, hospitales o lugares de esparcimiento.

Los sistemas de señalización son un claro ejemplo de desarrollo de diseño que colabora con mejorar la calidad de vida, ¿Pero cuánto aplica la frase para el resto del diseño?



Para poder responder a esta pregunta deberíamos primero ponernos de acuerdo en qué entendemos por “vivir mejor”.

Y no es tarea fácil la de dilucidar si el mundo se mueve en virtud de mejorar la calidad de vida de sus habitantes, o simplemente por intereses económicos de una minoría.


En estos días, charlando con una amiga me contaba como con una dieta a base de manzanas pudo expulsar un sinnúmero de piedras de su vesícula. La opción que le ofrecía la medicina era ir directo al quirófano. ¿Es posible que los médicos desconozcan que existen métodos mucho más inocuos y naturales que evitan aquellos invasivos y costosos? Quizás a esta altura puedan aducir desconocimiento, pero en algún momento se tomó la decisión de dejar de lado las prácticas naturales en virtud de una medicina tan tecnificada como costosa y comercial.

Un engranaje más de una sociedad de consumo que por sobre todas las cosas, consume.


En algún momento fue conveniente incorporar procesos y componentes a la elaboración de los alimentos, que a la larga, o no tan larga, dañan la salud.

En algún momento fue una buena estrategia el incorporar procesos en las líneas de producción para que los productos tengan menos vida útil y la rotación en el mercado sea mayor.

En algún momento la publicidad se convirtió en gran aliada de esa maquinaria promocionando interminables zanahorias para ser consumidas, aún cuando la zanahoria anterior no había perdido su utilidad, y cuando incluso no era realmente necesaria.

Y nos hicieron creer que esos objetos son prolongaciones de nuestro ser, que hablan más de nosotros que nosotros mismos. Soy lo que tengo y lo que uso.


Seguramente muchos no estarán de acuerdo con esta visión de la sociedad en que vivimos; sin embargo, definir nuestra postura frente al sistema es clave para poder hablar de que, como diseñadores, estemos en condiciones de accionar mejoras en la calidad de vida de la gente.

El diseño es -en términos generales- un engranaje, y no el de mayor diámetro, de esa maquinaria. Es muy difícil, por no decir imposible, generar cambios siendo parte funcional de un todo mucho mayor, y en gran medida responsable de nuestra existencia profesional.


Tiempo atrás, Milton Glaser realizó un test llamado “El camino al infierno” que constaba de una serie de preguntas que se volvían más difíciles a medida que se iba profundizando. Las preguntas eran las siguientes:


  1. ¿Diseñaría usted un envase para que aparente ser más grande en el estante?

  2. ¿Un anuncio para una película lenta y aburrida que la haga ver como una comedia alegre?

  3. ¿Una etiqueta de vinos que sugiera que una nueva bodega ha estado en el negocio durante mucho tiempo?

  4. ¿Una cubierta de libro cuyo contenido sexual resulte repulsivo para usted?

  5. ¿Una campaña de publicidad para una empresa de la que se sepa que discrimina a las minorías?

  6. ¿Un envase para un cereal para niños que tenga bajo valor nutricional y alto contenido de azúcar?

  7. ¿Una línea de camisetas para un fabricante que produce con mano de obra infantil?

  8. ¿Una promoción para un producto dietético que no funciona?

  9. ¿Un anuncio para un candidato político cuyas políticas usted considera dañinas para el público general?

  10. ¿Un folleto para un vehículo todo terreno que vuelca con más frecuencia que los otros y que causó la muerte de 150 personas?

  11. ¿Un aviso para un producto cuyo uso continuo puede causar la muerte?



El resultado del ejercicio fue que de cada veinte encuestados tres o cuatro estaban dispuestos a transitar todo el camino. O sea, estaban dispuestos a dañar al prójimo (amigos, familiares o desconocidos) con su accionar profesional.

Podríamos quedarnos tranquilos sabiendo que nosotros jamás avanzaríamos más allá de los primeros pasos de este camino; sin embargo, el conflicto radica en que es muy difícil precisar cuándo estamos transitándolo. Quizás aducir desconocimiento nos sirva para evitar el infierno.


¿Cómo saber si ese folleto que estamos realizando para un laboratorio medicinal promociona un producto que aporta a la salud o sólo es una pastilla innecesaria para una enfermedad inventada?

¿Podemos realmente analizar las propiedades nutricionales de un producto alimenticio antes de aceptar el trabajo de packaging?

Nos conformamos con el eterno debate en los ámbitos de estudio donde la pregunta gira en torno al diseño para una empresa tabacalera, como si el cigarrillo fuese el mayor de los males de esta sociedad.

Y ¿qué pasa con una memoria y balance para una empresa minera que contamina a diestra y siniestra?


Sin embargo, el mundo del diseño redobla la apuesta y con mucha frecuencia habla y debate acerca de su función social, llegando en varias oportunidades a manifestar que el diseño hace mejor al mundo.

De hacer foco en su aspecto artístico suponiendo que lo hace más bello, estaríamos pecando de soberbios al creer que somos dueños de una verdad estética. Sabemos que de gustos no hay nada escrito.

Y de centrarnos en la parte comunicacional, no podemos ignorar que estamos a merced de los intereses de las empresas, y las empresas son parte activa de esa gran maquinaria.

Entonces tratemos de entender dónde estamos parados.

Para muchos, estos conflictos ni existirán, dado que su visión de la vida esta alineada con el sistema en el cual vivimos. Para ellos, su labor contribuye a que vivamos mejor. Para los que dudamos, al menos dejemos de engañarnos, nuestra profesión -nuevamente, en términos generales- esta supeditada a un sistema capitalista que no siempre busca lo mejor para el hombre.


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