Una identidad bien construida.
- jorge piazza
- Apr 19, 2020
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Updated: Apr 22, 2020
Hasta la aparición de lo que se dio en llamar rock progresivo, las portadas de los vinilos, aquellos sugestivos y potenciales espacios cuadrados de 31 x 31, estaban ocupados por una gráfica poco comprometida, donde informar acerca del contenido era su función casi exclusiva.
Nota: este texto es continuación de:
Es recomendable leer antes la primer parte de esta nota.

A partir de los Beatles, y considerando a Sgt Pepper como el disco que inicia este camino, ese espacio adquieren otra dimensión. Tanto en sus aspectos artísticos como también comunicacionales.
Pero el compromiso del diseño gráfico llegó mucho más lejos que el aporte estético y comunicacional. Gracias a su visión estratégica, las bandas comenzaron a sumar a su identidad -que ya estaba desarrollada desde la música y los propios músicos-, elementos visuales.
Muchos discos son inseparables de su arte de tapa. Muchas portadas fueron iconos visuales en sí mismas, al margen de ser el packaging contenedor de música increíble.
Ejemplo claro es la tapa de The dark side of the moon, de Pink Floyd.

Luego de un primer disco poco trascendental en lo referido a la música y menos aún en cuanto a su portada, Genesis con sus tres ediciones posteriores, crea una identidad sólida tanto desde el diseño de marca como en el uso de ilustraciones con un estilo muy personal.

Diez años después, una banda cuestionada en sus orígenes, justamente por sus influencias “genesianas”, repite el formato. Tanto con el componente marca, respetado como pocas veces en las bandas de rock (hasta ese entonces), como con la elección de un ilustrador que interpretaba a la perfección los contenidos de las canciones.
Marillion aparece en 1983 con Script for a jester tear y logra su salto a la fama dos años después con Misplaced childhooh. El diseñador, aficionado a encontrar similitudes y tildarlas de plagio, seguramente sentenciará estos parecidos. El propio Peter Gabriel, quien podría haberse sentido “robado”, les envió en su momento una carta de puño y letra, alentándolos a seguir adelante, hablando muy bien del futuro que les presagiaba. Y no se equivocaba.

Con el correr de los años y los discos quedaría demostrado que sostener una identidad firme y determinada no es tarea fácil en bandas donde cada nuevo álbum resultaba un salto al vacío. Con un condimento no menor, hasta su sexto disco de estudio, Genesis se encontraba económicamente quebrado (situación común a muchas bandas). A lo que debe sumarse el continuo cambio de músicos en su formación, lo que provocaba cambios en su estilo musical. Quizás estos sean posibles motivos para que la coherencia inicial (vista desde su marca) se vea alterada tantas veces.

Otra explicación puede ser que las bandas decidan concebir cada disco como un producto independiente (visualmente hablando) del resto de su historia. La identidad realizada para The wall es exclusiva y no se repite en otros discos de una banda que supo explotar muy bien los recursos gráficos.

Lo acostumbrado y lo que más abunda son los casos donde la banda concibe cada nueva edición como un producto independiente del resto, en lo referido a sus aspectos visuales. Muchos son los ejemplo, Rush es uno de ellos.

Es por ello que llama poderosamente la atención el criterio de identidad utilizado por Yes. Una vez superado los tres primeros discos, que resultaron una suerte de búsqueda tanto en lo musical como en el diseño gráfico, su cuarto disco inició un proceso de coherencia gráfica no acostumbrada para una banda de rock.

Primero fue la portada de su disco Fragile (1972). Y allí comenzó un trabajo que excedía el packaging, incorporando un libro interno. Los elementos visuales desbordaban abriendo nuevos horizontes.
Pero el salto definitivo se produce en su próximo disco: Close to the edge, editado ese mismo año, donde a los escenarios creados por Roger Dean, el artista le suma el diseño de marca.

Antes de esta identidad, pocas bandas escapaban al recurso de escribir su nombre en la portada con letras de catálogo, y las que generaban una forma tipográfica particular, no la sostenían en el tiempo. A partir de Close to the edge, Yes tuvo una identidad visual que pocas veces alteró.
Luego vendría bandas como Iron Maiden o AC-DC, que comprenderían muy bien las ventajas de respetar la forma gráfica de la marca.
Y si hace pocos años hemos visto como novedad la aparición de las denominadas marcas dinámicas, esa marcas que incluían una abanico de aplicaciones variables contenidas dentro de sus límites formales (MTV o la ciudad de Melbourne son ejemplos), Dean ya lo había hecho cuarenta años antes.

La coherencia identitaria incluyó (y lo sigue haciendo) sub-marcas basadas en la estructura formal y el nombre. Lo que funcionó muy bien como refuerzo de identidad.

Un breve pantallazo por la discografía de Yes permite comprender el mundo creado por Dean, y la coherencia en lo que ahora denominaríamos construcción de identidad.




Finalmente, el primer caso contundente donde Yes desafía por completo esa identidad llega catorce años después con un retorno de la banda, cuando nada lo hacía prever.

Un cambio radical en todos sus códigos visuales que amerita un tercer texto donde el interrogante será: ¿las modas pueden estar por encima de las identidades?
Nota: este texto continúa en:
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