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El Diseño y la competencia desleal.

  • Writer: jorge piazza
    jorge piazza
  • May 16, 2020
  • 5 min read

Excluyendo a aquellos diseñadores que ya han cruzado cierta línea que los ubica en el incierto terreno del éxito (*1), la gran mayoría de los profesionales del diseño en algún momento se han sentido amenazados -o al menos indignados- por lo que podríamos denominar competencia desleal.



Desde profesionales que han logrado su título a través de formatos educativos poco comprometidos con la realidad del diseño, pasando por las imprentas y locales de impresión rápida que ofrecen diseño como una mercancía de poco valor agregado y llegando a sitios web que prometen obtener diseños siguiendo tres o cuatro pasos simples realizables por cualquier persona, estas supuestas competencias del diseño han ganado espacio en los últimos años, conforme la palabra diseño ha cobrado popularidad.



Las redes sociales sirven de espacio catártico para desahogarse de los efectos que este enemigo que acecha provoca sobre nuestra economía. Pero la catarsis contribuye a ocultar al real enemigo, que somos nosotros mismos.


Para comprender por qué cualquiera de las mencionadas competencias no lo son tal, será útil realizar una analogía con el mundo del café.

El amante del café puede comprar el producto en grano y molerlo, en caso de tener el dispositivo necesario. Algo más práctico pero con una pérdida de calidad es el comprar el café molido en el supermercado. Otros optarán por sentarse en ese bar de esquina y pedir un café a su gusto; y mientras que algunos consideran que lo que hace Starbucks no es café, para otros significa una experiencia muy apreciada.



Para la primera opción -el café en grano molido en casa- el valor de una taza ronda los u$s 0.01.- De abrir el frasco de café instantáneo o el paquete de molido, la taza estará teniendo un valor de u$s 0.4.- Si nos pedimos un café en el bar de la esquina, rondará los u$s 1.- y en Starbacks deberemos estar dispuestos a pagar u$s 4.-


[0.01 / 0.4 / 1 / 4] para lo que aparentemente es lo mismo: café (*2).


A Starbucks no le molesta el café que venden en el supermercado y tampoco el bar. Sabe qué vende y a quién se lo vende. Conoce su público, no vende café, sino una experiencia.

Al bar tampoco lo complica ni Starbucks ni aquella persona que se muele el café en su casa. El bar compite con otro bar ubicado en la cuadra siguiente y con otro un poco más alejado.


Quien necesite una solución en diseño puede acudir a esos sitios que ofrecen “logos personalizados gratis”. O puede entrar en el local que hace fotocopias e impresiones rápidas, y que también ofrecen, desde sus vidrieras, soluciones de diseño. Otra opción es contratar a un Estudio de diseño que brinde una amplia gama de servicios o por último, contratar a alguno de esos Estudios que resuelven esa necesidad puntual y se especializan en esa tarea.


Las punto com gratuitas son un engaño, en lo referido a la gratuidad, no así a lo que ofrecen: logos logrados en unos pocos pasos. Y justamente de eso hablamos, de logos. Formas, colores, tipografías combinadas que conforman una imagen que podemos utilizar para, errónea y peligrosamente, construir una identidad. El engaño terminará costando unos u$s 10.-

Podemos ingresar en aquel local que nos imprime un archivo o nos saca fotocopias del documento y pedirles que nos hagan una marca para nuestro emprendimiento. Y lo harán. Seguramente tienen estudiantes de diseño manejando las computadoras que pueden destinar algo de su tiempo a esta tarea. La marca obtenida -algo similar en cuanto a su concepción a la marca utilizada para identificar al ganado-, puede costarnos unos u$s 20.-

Abundan los Estudios de diseño que ofrecen servicios amplios, donde enfrentar la resolución de esa identidad es una tarea acorde a sus capacidades. Hay ciertas cuestiones dignas de ser analizadas en este formato de Estudio, que no atañen tanto al cliente como al propio Estudio, pero ese es tema de otro texto. Lo concreto es que esas empresas de diseño pueden estar cobrando aproximadamente u$s 700.- por el servicio ofrecido.

Finalmente, el cliente que comprenda la importancia de construir una identidad coherente, con proyección en el tiempo, y de su economía permitirlo, acudirá a un Estudio especializado. Aquel Estudio que por propia decisión se dedicó a la tarea específica de construir identidades, y el tiempo y la dedicación lo hicieron solvente en ese tema específico. Un Estudio de estas características puede estar cobrando u$s 15.000.-


[10 / 20 / 700 / 15.000] para lo que aparentemente es lo mismo: una marca (*3).


No es lo mismo un café preparado en casa, disfrutado en el bar o en Starbucks. Tampoco es lo mismo un sitio web, un local de impresiones rápidas, un Estudio “hago de todo para todos” (como suelo denominarlo) o un Estudio especializado.

El Estudio especializado, al igual que Starbucks, lo saben. El bar de la esquina también. Sin embargo, el Estudio “tradicional” o el profesional independiente sienten preocupación y se indignan antes esta competencia considerada desleal.


El problema, como muchos otros, radica en nuestras falencias de gestión. El no concebirnos como una empresa de diseño que conceptualiza un servicio, define mercados y traza estrategias acordes, hace que seamos un barco a la deriva, esperando que las “cosas” sucedan.

Y lo que esperamos que suceda es que el cliente llame a nuestra puerta. Ese cliente, que no necesariamente es nuestro cliente, nos busca pero nos compara con las otras opciones que tiene a mano. Ya sean las mencionadas o incluso la infaltable sobrina que maneja tan bien el Corel Draw.


Continuando la comparación con la infusión, quien no está dispuesto a pagar un café en el bar y menos en Starbucks no es un cliente perdido, sino que para ambos no es cliente. De igual manera, quien está dispuesto a resolver su necesidad de diseño en el local de fotocopias, no es nuestro cliente.

Las opciones mencionadas son todas válidas, al igual que sucede con el café. El asunto es entender que no compiten sino conviven.

Existen los clientes que encuentran la solución en un sitio web, como así también quienes entienden que el valor aportado por el Estudio especializado es una inversión.

Aquellos Estudios o profesionales que se encuentran en ese incómodo lugar intermedio, y tienen la queja como catarsis válida, deberían decidirse por una de dos posibles opciones:


A) Elaborar discursos contundentes que demuestren por qué ellos son una solución muy diferentes a aquella que ofrecen esas supuestas competencias desleales.


B) Seguir el ejemplo de aquellos Estudios especializados que, al igual que Starbucks, venden una experiencia, y por tal motivo, cobran acorde.


Cambiar las quejas por pensamientos estratégicos puede resultar muy constructivo. Gestión y tiempo aplicado es lo que nos permite comprender cuál es nuestra servicio y por ende nuestra real competencia.

(*1) Para los Estudios que comprenden el concepto de especialización, el éxito no es un terreno incierto.

(*2 / 3) Los valores expresados tanto para el café como el diseño son referenciales a fines de establecer relaciones, que pueden verse alteradas (aunque no sustancialmente) tanto por el paso del tiempo como por las realidades de los diferentes mercados.


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