El Diseño y las herramientas mal empleadas.
- jorge piazza
- May 9, 2020
- 6 min read
La tecnología brinda herramientas y el profesional es quien debe saber cómo usarlas. El diseño no siempre las utiliza correctamente.

Mucho tiempo atrás, en la era del Letraset, la Rotring y la fibra cian, el diseñador gozaba de una visión mucho más amplia para elegir el recurso adecuado para cada desarrollo de diseño, dado que era más consciente de sus limitaciones. Diversidad de recursos que hoy siguen existiendo pero que tendemos a ignorar por diversas razones.
En aquel entonces, ante la necesidad de una fotografía, era tan lógico como inevitable acudir a un fotógrafo. Pocos tenían una cámara fotográfica que, al menos desde la herramienta, pudiese competir con los equipos de un fotógrafo profesional. Menos aún tenían la capacidad para realizar una toma fotográfica competente. Tampoco se dudaba de contratar a un ilustrador a la hora de ser lo requerido. Atreverse al aerógrafo era solo para intrépidos, y los resultados por demás de dudosos.
Llegó la tecnología y nos hizo accesibles el Photoshop, las cámaras digitales, las tabletas gráficas... y nos creímos ilustradores y fotógrafos.
Tristemente, muchas veces el motivo para ignorar al recurso adecuado fue y sigue siendo presupuestario. El contratar a un ilustrador significa que el trabajo se va a encarecer, y seguramente eso repercutirá en nuestros honorarios. Entonces resulta conveniente adaptar la propuesta de diseño para que podamos realizar esa ilustración nosotros mismos con alguna imagen bajada de internet y un poco de la supuesta magia del Photoshop.
Pero no nos engañemos, la mayoría de las veces hacemos de ilustradores o fotógrafos no porque el cliente haya pedido un ajuste en el precio, sino porque nos sentimos más cómodos pasándole al cliente un presupuesto más ajustado; tememos enfrentarlo diciéndole lo que cuesta un trabajo bien hecho.
Ni el Photoshop ni una tableta gráfica nos convierte en ilustradores. Y hacer de ilustradores con las deficiencias lógicas de quien no conoce el oficio sólo sirve para empobrecer al diseño haciéndolo engañosamente accesible al cliente.
Al fin y al cabo, somos nosotros mismos quienes defendiendo nuestra profesión inundamos las redes sociales con la siguiente frase:
“Si crees que un profesional es caro, espera a ver lo que te cuesta un amateur”.
La frase debería aplicar también a la ilustración y la fotografía. Seamos congruentes, no hagamos lo que no nos gusta que nos hagan.
Sin embargo, las redes sociales están repletas de diseñadores o estudiantes de diseño mostrando trabajos de ilustración o retoque fotográfico. Y no está mal que lo hagan, en la medida que se dediquen a ello. Sin embargo se percibe como un extra, un agregado a la oferta de los servicios de diseño; siendo que para ofrecer soluciones profesionales en ilustración o retoque fotográfico se requiere de una dedicación y capacitación previa que se presume incompatible con el trabajo del diseñador.
De lo contrario nos estaríamos asemejando a aquellas imprentas que ofrecen diseño como un servicio extra al de impresión, con un valor insignificante o incluso gratis.
Volviendo a la ilustración, cuando el cliente pide que su producto se vea tentador, más allá de lo que la realidad indica, sólo las capacidades de un ilustrador preparado para ese trabajo pueden dar con la respuesta buscada.


Hubo un momento en el cual la solución era innegociable. Se requería de una imagen, y esa imagen solo la podía lograr un ilustrador.
Eso aseguraba el correcto resultado, la solución ajustada a la necesidad.
No cualquiera está capacitado para realizar efectos de agua, gotas o hielo rompiéndose.

Los miedos a pasar presupuestos altos -según la caprichosa interpretación del cliente- y la engañosa accesibilidad a auto-abastecernos de los recursos gráficos que nos brindó la tecnología crearon situaciones conflictivas en los desarrollos de diseño.
Rara vez el diseñador trabaja con un límite de inversión conocido de antemano; entiéndase: un cliente que determine cuál es la inversión que puede destinar al trabajo. Y no me refiero específicamente al costo del desarrollo del diseño en sí mismo, sino a todos los extras que el trabajo demandará. Por ende, el diseñador se limita a desarrollar la solución y luego, una vez aprobado el diseño, presupuestar lo diseñado.
Seguramente hubo una aproximación de lo que podrían ser nuestros honorarios, pero nunca hablamos de lo que podría costar una ilustración, por el hecho de que ni nosotros mismos sabíamos que el diseño iba a requerir esa ilustración.
Y ahí es donde surgen los conflictos frente a un cliente que, en el mejor de los casos y siendo muy educado, manifiesta que el presupuesto “se le escapa”. Aunque sabemos que lo habitual es que nos juzguen de “locos, desubicados o asesinos”, por el simple hecho de pasarles el costo de un proveedor que nada tiene que ver con nuestra ganancia, aunque tenga mucho que ver con la calidad del servicio que le estamos ofreciendo.
Deberíamos poder explicarle que los costos responden a lo que él necesita.
Extrapolar situaciones siempre es esclarecedor. Cuando llevamos el auto al mecánico por un cambio de aceite, y nos dice que hay que sumarle el cambio de pastillas de freno no se nos ocurre pensar que nos está robando, sino que nos esta ofreciendo un servicio responsable. Pagamos y agradecemos, pensando lo que hubiese significado quedarnos sin frenos.
Quizás el diseño sea el único servicio donde el cliente se siente en condiciones de cuestionar el costo y modificarlo a su gusto, guiado por el concepto arbitrario de que no puede pagar lo que presupuestamos.
¿Qué solemos hacer frente a esta situación?, o incluso antes de que se produzca, ya que la experiencia nos previene:
A- Evitar utilizar el recurso adecuado, en desmedro del diseño pero en defensa de la economía del cliente.
¿Quién nos hizo creer que un diseño resuelto en forma deficiente redundará en ahorro para el cliente? Lo barato no necesariamente es bueno. Eso sí, nos evita enfrentar la situación antes descripta y eso es cómodo y fácil para nosotros. No nos olvidemos que somos vendedores de dudosa idoneidad; una lógica poco recomendable sugeriría que reservemos nuestras pocas habilidades para vender nuestro servicio y no malgastemos esfuerzos en vender el servicio de terceros.
Resultado final: diseño devaluado.
B- Reemplazar al proveedor por nuestras dudosas habilidades.
Vestirnos de pseudo-ilustrador. Una imagen “robada” en internet, un poco de Photoshop, algunas texturas disimulando las deficiencias, y a “zafar”. Ah, y para culminar, todo hecho gratis, ya que el objetivo es no engrosar el presupuesto.
Resultado final: diseño devaluado y mal negocio.
C- Lo que debe ser: explicarle al cliente la virtudes de invertir en el diseño apropiado, llevado a cabo correctamente.
Confió en nosotros para que le brindemos la solución adecuada. Cualquiera de las dos opciones anteriores implica que la solución ofrecida no será la óptima. Debemos también poder explicarle que el diseño, entendido como solución, es una inversión y no un gasto.
Resultado final: diseño exitoso.

Luego, cuando vemos trabajos excelentemente realizados por aquellos Estudios de diseño que resuelven los procesos brindando y vendiendo la solución adecuada, solemos conformarnos diciendo frases tales como: “con esos clientes cualquiera diseña bien” o “ cuando acceda a clientes de esa categoría va a ser otra cosa”.
Actitud muy nuestra, que deposita expectativas en factores externos, e ignora que un diseño correctamente realizado no depende del cliente sino del diseñador.
Nota 1: el texto fue ilustrado con trabajos de Mario Franco. Que sirvan como recuerdo y pequeño homenaje a un gran profesional y mejor persona.
Nota 2: cada vez con más asiduidad se ven posteos de estudiantes de diseño mostrando sus trabajos de retoque digital. Algunos resultados muy logrados, otros encaminados, y muchos más que denotan la falta de conocimiento en temas de dominio del ilustrador (luces, sombras, contrastes, proporciones, profundidad, color, forma). De ser el objetivo final ofrecer el servicio de ilustración y retoque fotográfico, deberán saber que la competencia es infinidad de ilustradores de la talla de Mario Franco, que se dedicaron por entero a este propósito.
Nota 3: extrapolando circunstancias del diseñador al mecánico. Si el mecánico tuviese nuestras deficiencias de gestión escucharía seguido frases tales como:
“El cambio de aceite te lo pago, con las pastillas haceme un buen descuento”
“Si me hacés las pastillas gratis yo te traigo infinidad de clientes”
“Necesito que afiles el lápiz, con las pastillas se me hizo más caro de lo que esperaba”
“Copate con las pastillas gratis que después te voy a llenar de trabajo, ¡no sabés cuánto taller consumo yo!”
“Necesito que hagas todo rápido, pero solo puedo pagar lo que te pedí”
“Ajustá el número, a tu taller le conviene tener clientes como yo”
Atención: si usted estima su vida no se le ocurra utilizar estos artilugios con su mecánico, son solo aptos para el trato con diseñadores.
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