Diseño: las tendencias para este año.
- jorge piazza
- May 31, 2020
- 4 min read
Desde siempre hubo tendencias en el diseño gráfico. El uso de ciertos recursos hace que ciertos diseños sean asociables con ciertas épocas, ese momento en el cual el estilo se puso de moda, y luego fue utilizado en forma indiscriminada.

Tiempo atrás, el diseño de identidades abusó del empleo de grandes interletrados. En otro momento, el combinar tipografías light y bold separando una palabra o juntando dos, también se vio hasta el hartazgo. Más recientemente, el utilizar formas vectoriales con flores y orlas fue un atributo gráfico aplicado a mansalva.
La reiteración del recurso de moda permite preguntar si hablar de tendencias o modas en el diseño gráfico es correcto.
Hubo una vez -cuando estudiaba en la Universidad Nacional de La Plata-, en que diseño gráfico e industrial estaban muy emparentados, y ambas profesiones se nutrían de esa cercanía. Recuerdo de aquella época la postura categórica que asumía el diseño industrial frente a lo que se denominó styling. Para Gui Bonsiepe el styling, partía metodológicamente de la superficie del objeto y se quedaba allí mismo.

El styling es un término que se usa para referirse a una de las “filosofías de diseño” con énfasis en hacer un producto atractivo para los consumidores con el fin de venderlo. Este pensamiento se opone al funcionalismo y su mayor representante fue el diseñador industrial norteamericano Raymond Loewy.
El styling surgió en los Estados Unidos después de la caída de la bolsa de valores en 1929, con el objetivo de incrementar las ventas. La grave situación económica que atravesaba este país, obligó a las empresas a apelar a todos los recursos para revertir la caída de la economía. Así, los fabricantes advirtieron que el embellecimiento del aspecto exterior de un producto era una forma de estimular su compra. El styling abarcaba el rediseño del producto a partir de su apariencia exterior, aunque la estructura funcional quedara inalterada.
El diseño industrial también se debatía entre función y forma. Sin embargo, el styling, tan atacado por focalizarse en la forma, lo hacía al menos respondiendo a un función concreta. No la función del objeto en sí mismo sino a su función vinculada al mercado. Había que vender, había que paliar una crisis, y se diseñaba respondiendo a ese fin.
La relación entre la función y la forma en el diseño gráfico es infinitamente más ingenua. No existe una situación de mercado que demande priorizar la forma, y el argumento de embellecer al mundo es tan arrogante como incierto. ¿Quién nos hizo dueños de una verdad estética?
El diseño es función -comunicar- valiéndose de la forma como medio. Y la forma debería utilizar los recursos apropiados, habiendo un universo enorme a su disposición. Quedar limitado a una moda, una tendencia, es condicionar la calidad de la comunicación.
Recuerdo también de aquellas épocas, una mañana de sábado, en la clase de taller de diseño, luego de una pre-entrega del trabajo de identidad corporativa. Llegó el docente, Julio Naranja (uno que me marcó a fuego con sus enseñanzas), y nos brindó un discurso de una hora lavándonos la cabeza. Los trabajos presentados no utilizaban ninguno de los recursos gráficos que estábamos aprendiendo en las otras cátedras. Las propuestas abusaban de lo obvio, no nos valíamos de las herramientas que disponíamos. Los diseños caían en inevitables lugares comunes desaprovechando el potencial del que ya disponíamos.
¿Qué diría hoy si las entregas abusasen del mismo recurso gráfico? Cientos de proyectos asemejándose por el uso de una estética similar.
Hoy se puede leer acerca de las tendencias en el diseño gráfico para este año como si estuviésemos hablando de indumentaria.

Tendencias que incluso tienen nombre. Por ahí se leía, tiempo atrás, que se estaban usando mucho los iconos lineales, el hipster, los zentagles. Luego varios sitios indicaron al bajo poli como la moda del momento. Tendencia que emula a imágenes poligonales en baja resolución.

“Trabajemos dentro de la M como forma contenedora, dividiéndola geométricamente haciendo que sin perder reconocimiento logre individualidad y personalidad” pudo haber sido un diálogo interno en el estudio Landor, responsable de la identidad de la ciudad de Melbourne.
Si tenemos en cuenta que el diseño de Landor se realizó en 2009, podríamos decir que fueron precursores en el uso de este estilo. Y como siempre, luego vinieron muchos más. Y como suele pasar, lo utilizaron hasta que se agotó, aunque hayan dicho luego que era la tendencia para el 2015.
Inicialmente surge como propuesta innovadora. Luego se lo utiliza por haber demostrado ser efectivo, agotándolo. El recurso termina perdiendo su atributo innovador para pasar a ser moda y como tal, un elemento unificador que hace que las propuestas pierdan identidad.

Y finalmente llega el plagio.
Un círculo vicioso que demuestra una vez más, que el entender al diseño como forma y no como función hace que del diseño un simple trabajo cosmético.

Las malas praxis abundan y se repiten. La campaña Portugal solidario de 2010 también utilizó el recurso de los polígonos, y el Pro en las elecciones de julio 2011 lo “pidió prestado” para su campaña, y más tarde lo recupera el Frente para la victoria, aunque alejándose del plagio, pero demostrando que el recurso termina pasando por encima de la comunicación. ¿Pueden tantas campañas políticas basarse -gráficamente hablando- en el mismo estilo visual?

¿Corresponde que la comunicación esté supeditada a la moda, o el uso de tendencias solo responde a no tener en claro que se quiere comunicar?
De esta manera, los recursos limitados por la moda se convierten en condicionantes en vez de herramientas. Y las tendencias atentan contra uno de los objetivos de todo trabajo de diseño: el dotar de identidad a las comunicaciones.
Las modas y las tendencias son contrarias al real trabajo del diseñador gráfico.
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